Loreta y el Color de sus Sueños



Había una vez una niña llamada Loreta que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Desde muy pequeña, Loreta tenía una pasión: ¡dibujar! Su cuaderno de dibujo estaba lleno de colores vibrantes y sus creaciones se llenaban de magia.

Sin embargo, aunque su corazón estaba lleno de sueños, a su alrededor parecía que nadie creía en ella. Su madre siempre le decía:

"Loreta, deberías dedicarte a algo más práctico, como la costura o la cocina. Es muy difícil vivir del arte."

Su compañero de escuela, Lucas, le decía mientras la veía dibujar:

"¿Para qué gastas tu tiempo en eso? No hay futuro en ser artista. Mejor jugá a la pelota conmigo."

Loreta se sentía triste, pero no podía dejar de soñar. Cada día, después de la escuela, se sentaba en el parque con su lápiz y papel y creaba mundos increíbles. En uno de esos días, mientras dibujaba un gran dragón amarillo, un anciano con una larga barba blanca se acercó y le dijo:

"¿Qué haces, pequeña artista?"

"Dibujo un dragón, pero... nadie cree que pueda llegar a ser una gran artista."

"Sigue tus sueños, Loreta. El arte es un lenguaje universal. La gente puede no entenderlo, pero lo que importa es cómo te hace sentir a ti."

El anciano se presentó como Don Emilio, un pintor que había viajado por el mundo. Loreta se sintió inspirada y lo invitó a su casa para mostrarle sus dibujos. Don Emilio observó cada página con atención y después le dijo:

"Tienes talento, Loreta. Pero el arte no solo se trata de dibujar; también se trata de compartirlo. ¿Qué harías si tuvieses una exposición?"

La idea ardió en la mente de Loreta. Decidió que haría una exposición en el parque, el lugar donde siempre dibujaba. Con el apoyo de Don Emilio, preparó sus obras más coloridas y llenas de sueños. Sin embargo, al llegar el día de la exposición, vio que había pocos visitantes. Su corazón latía fuerte, y casi se deja llevar por la duda.

"No entiendo, ¿por qué no viene la gente?" - murmuró con tristeza.

Don Emilio la miró con amabilidad y le dijo:

"Tienes que hacer que la gente sienta tu pasión. Invítalos a ser parte de tu mundo. No se trata solo de mostrar sino de compartir."

Loreta decidió hacer algo diferente. Comenzó a dibujar en una gran hoja de papel en el centro del parque. Cada trazo contaba una historia y poco a poco, la gente comenzó a acercarse. Niños, adultos y ancianos se unieron, observando maravillados cómo la niña daba vida a sus sueños con sus colores. La magia del arte comenzó a atraer la mirada de todos. Al terminar, había creado un mural gigante de un mundo lleno de criaturas fantásticas.

"¡Es hermoso!" - exclamó una niña que se había acercado, mientras apuntaba al dragón amarillo.

"¿Podemos dibujar juntos?" - preguntó un pequeño.

Loreta sonrió y exclamó:

"¡Por supuesto! La magia del arte se multiplica cuando la compartimos. Vamos a crear algo juntos."

A partir de ese momento, el parque se llenó de risas y colores. Loreta había convertido su exposición en un espacio de creación colectiva. Todos los que se unieron se sintieron parte de algo especial.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Loreta se dio cuenta de algo: el apoyo que siempre había deseado no venía solo de escuchar palabras de aliento, sino de conectar con las personas a través de su arte. La exposición fue un éxito y, al día siguiente, fue sorprendida por una noticia: un periódico local había cubierto su historia. Ahora, la gente viajaba de otros pueblos solo para ver el mural y a la pequeña artista.

Los días pasaron y Loreta empezó a recibir invitaciones para mostrar su arte en escuelas y eventos. Cada vez que un niño se acercaba a ella inspirado por su trabajo, el corazón de Loreta se llenaba de felicidad. Comenzó a enseñar a otros a dibujar y a expresar sus propios sueños.

Con el tiempo, Loreta se convirtió en la mejor artista de su pueblo, pero más importante, en una fuente de inspiración para niños y adultos que tenían miedo de seguir sus pasiones. Algunos de ellos incluso comenzaron a organizar un club artístico para mantener viva la chispa creativa.

Así, Loreta aprendió que seguir su sueño no solo la llevó a grandes oportunidades, sino que también podía ayudar a otros a descubrir y perseguir los suyos. Y cada vez que se sentía insegura, se acordaba de las palabras de Don Emilio:

"El arte es un lenguaje universal. ¡Nunca dejes de compartir tu luz!"

FIN.

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