Los Gritos de la Vecina



En el barrio Los Gritones, donde todos tenían la voz fuerte, vivía una vecina llamada Doña Marta. Con su inconfundible caracter, ella se hizo famosa por sus gritos que despertaban hasta a los muertos. Un día, llegó la noticia de que algunos representantes de China venían a visitar el país. Lo que nadie sabía era que Doña Marta tenía un plan en mente.

Un día soleado, mientras todos en el barrio se preparaban para la llegada de los representantes, Doña Marta decidió que ayudaría a organizar una gran bienvenida. Pero, claro, su manera de expresar las cosas era a través de gritos.

"¡Atención, atención! ¡Todos a la plaza a recibir a nuestros amigos chinos!" gritó desde su balcón, y sus palabras volaron hasta el cielo.

Los vecinos, sorprendidos por la energía de Doña Marta, comenzaron a prepararse. Sin embargo, sus gritos no solo llegaron a las orejas de los vecinos, sino que cruzaron océanos, andinas y montañas, llegando hasta la lejana China. Allí, un grupo de representantes chinos, que estaban a punto de dormir, se despertaron confundidos.

"¿Qué es ese ruido?", preguntó uno de los representantes, el Sr. Li, mientras se rascaba la cabeza.

"Parece que alguien nos está llamando", añadió su compañero, la Sra. Zhang.

Desconcertados, decidieron embarcarse en su viaje, y antes de que los habitantes del barrio se dieran cuenta, unos minutos más tarde, los representantes chinos aterrizaron en la plaza del barrio.

"¿Qué está sucediendo aquí?", preguntó el Sr. Li, aún aturdido por los gritos.

Todos los vecinos, animados por Doña Marta, comenzaron a aplaudir y a bailar, disimulando su sorpresa.

Pero no todo era tan simple. El Sr. Li y la Sra. Zhang, aunque agradecidos por la cálida bienvenida, sentían que algo no estaba bien. Faltaba un traductor. En un giro inesperado, Doña Marta, esa mujer de gran corazón, decidió hacerse cargo. Ella no hablaba chino, pero tenía un talento para inventar palabras y duplicar emociones.

"¡Vamos!" gritó, emocionada. "¡Ustedes y nosotros podemos comunicarnos por sentimientos!"

Entonces, Doña Marta, utilizando sus gestos y muchas risas, comenzó a 'traducir' lo que los ancianos del barrio decían en español, mientras los representantes chinos intentaban explicar las tradiciones de su país. Lo que empezó como un caos total se convirtió en una hermosa danza de risas y señas.

Los pequeños del barrio se unieron a la fiesta, mientras los representantes chinos se reían de la ocurrencia de Doña Marta y su increíble capacidad de hacer que todos se sintieran bienvenidos.

Finalmente, el Sr. Li, después de mucho bailar y reír, decidió hacer un breve discurso.

"Aunque no hablen mi idioma, ¡siento su calidez! Debemos encontrar formas de unir culturas, aunque sea a través de bailes y gestos. Gracias, cómicos amigos!"

Esa noche, en el barrio Los Gritones, todos se fueron a dormir felices, abrazando la idea de que, a veces, la comunicación va más allá de las palabras. Quien diría que un par de gritos desatarían una amistad entre culturas.

Doña Marta, satisfecha, se fue a dormir sabiendo que había cumplido su misión: ¡los chinos no solo no dormirían por sus gritos, sino que tampoco lo harían por la alegría de conocer a nuevos amigos!

FIN.

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