Los Niños y el Viaje hacia la Estrella Rocío
En un pequeño barrio de Buenos Aires, un grupo de niños se reunía cada tarde en el viejo edificio de Ábaco, un lugar lleno de misterios y aventuras. Entre ellos estaban Lila, Franco, Mateo y Sofía. Todos juntos compartían un sueño: tocar una estrella fugaz. Pero había algo que los detenía: el miedo a lo desconocido.
Un día, mientras jugaban en la azotea, Sofía exclamó:
"¿Y si hacemos una búsqueda para encontrar nuestra estrella?"
"Pero... ¿y si nos perdemos?" respondió Franco, tímidamente.
"No vamos a perdernos, tenemos los vientos que nos guiarán", aseguró Lila, recordando lo que le había contado su abuela sobre la Rosa de los Vientos.
Decidieron que esa noche, con la luna llena iluminando el cielo, emprenderían su aventura. Reunieron linternas, un mapa dibujado por ellos mismos y, lo más importante, sus corazones valientes. Mientras el sol se ocultaba, los niños se miraron preocupados.
"¿Y si aparece un ojo gigante?" preguntó Mateo, recordando una historia de monstruos.
"¡No hay que pensar en eso! La estrella fugaz nos está esperando", les animó Sofía.
Al caer la noche, comenzaron su viaje. Siguieron el mapa que había dibujado Lila, atravesando parques y calles. En el camino, cada vez que escuchaban un ruido extraño o veían una sombra, sus miedos asomaban.
"¡Miren, eso se parece a un monstruo!" gritó Mateo al ver una figura al acecho. Pero al acercarse, era solo un perro que dormitaba. Todos rieron aliviados.
Mientras avanzaban, llegaron a un misterioso edificio antiguo. Sus ventanas estaban cubiertas de polvo, y había un gran imán en la entrada, que decía: "Todo sueño puede ser atrayente si lo buscas con corazón".
"Esto es raro..." dijo Franco, titubeando.
"Pero puede ser un buen lugar para descansar un rato", sugirió Lila.
Entraron y descubrieron que el interior estaba lleno de espejos que jugaban con la luz de sus linternas. Cada espejo reflejaba sus miedos. En uno, Sofía veía la sombra de un ojo gigante.
"¿Por qué tenemos miedo de lo que no conocemos?" se preguntó.
"Porque nos asusta lo que no podemos controlar", respondió Mateo, más sabio de lo que parecía.
"Pero si no lo enfrentamos, nunca sabremos qué es"," dijo Lila, decidida.
Mientras exploraban, se encontraron con un viejo mapa. En él, había una marca brillando con un color dorado.
"¡Es el camino hacia la estrella!" gritó Franco.
"Vamos, ¡no podemos rendirnos ahora!" exclamó Sofía, sintiendo que cada paso la acercaba a su sueño.
Siguiendo el mapa, los niños llegaron a un pequeño claro rodeado de árboles y un cielo repleto de estrellas.
Allí, vieron cómo una estrella fugaz atravesaba el cielo.
"¡Miren!" señaló Mateo emocionado.
"Hicimos nuestro viaje, y lo conseguimos juntos", dijo Lila con una sonrisa.
"Sí, y nos enfrentamos a nuestros miedos", agregó Franco, mirando al cielo estrellado.
De repente, comenzó a soplar una brisa suave que pareció susurrarles.
"Gracias por no rendirse y por buscarme", pareció decir la estrella.
Los niños se miraron, comprendiendo que sus miedos no eran monstruos, sino retos que podían superar juntos. Regresaron al barrio con un nuevo entendimiento y una chispa en sus corazones.
"Cada vez que sintamos miedo, recordemos que tenemos el poder de enfrentarlo" dijo Sofía al llegar a casa.
"Y que por cada estrella fugaz que veamos, hay una aventura esperándonos", finalizó Lila, con una gran sonrisa.
Así, cada vez que miraban al cielo, sabían que sus sueños estaban allí esperándolos, y que el verdaderos poder estaba en la amistad y el coraje de enfrentar lo desconocido.
FIN.