Lucía va por primera vez al kinder



Era un soleado lunes de primavera cuando Lucía despertó con un revoloteo en el estómago. Era un día especial. Hoy comenzaba el jardín de infantes. Su mamá la despertó con un canto alegre.

- ¡Lucía! ¡Despertate, que hoy es tu primer día en el kinder! - dijo su mamá con una gran sonrisa.

- ¡Sí! ¡Estoy muy emocionada! - respondió Lucía mientras salía corriendo de la cama.

Después de vestirse con su vestido favorito adornado con mariposas, Lucía bajó las escaleras para desayunar. Su papá le había preparado los tortitas con su jarabe preferido.

- ¡Mmm, esto está delicioso! - exclamó Lucía.

- Es un desayuno especial para una ocasión especial - dijo su papá.

Luego de desayunar, Lucía y su mamá tomaron el camino al kinder. La niña miraba con ojos curiosos todo a su alrededor: el cielo azul, los pajaritos que cantaban, las flores que empezaban a brotar. Todo parecía mágico.

Al llegar, la escuela era un lugar nuevo y desconocido. Había muchos niños jugando, riendo y algunas mamás despidiéndose con abrazos. Lucía sintió que su corazón latía rápido.

- ¿Mami, crees que haré amigos? - preguntó un poco preocupada.

- Claro que sí, Lucía. Todos están tan emocionados como vos y seguro que te van a querer conocer - le respondió su mamá mientras le daba un abrazo.

Lucía entró en la clase de jardín y fue recibida por la maestra, la Señorita Ana, que la saludó con calidez.

- ¡Hola, Lucía! Estoy muy feliz de tenerte aquí hoy. Vamos a jugar y aprender muchas cosas divertidas - la animó la maestra.

Un grupo de niños estaba jugando con bloques de colores, y Lucía se acercó con timidez.

- ¿Puedo jugar con ustedes? - preguntó, mirando a los otros niños.

- ¡Claro! ¡Soy Martín! - dijo un niño rubio con una gran sonrisa. - Estábamos construyendo una torre. ¿Te gustaría ayudarnos?

Lucía se sintió emocionada y comenzó a apilar los bloques con ellos. Al principio, los bloques se caían y la torre se desarmaba. Pero Lucía no se dio por vencida. Con cada intento, se reían y volvían a empezar.

- ¡Eso estuvo divertido! - dijo Lucía después de un rato.

- Sí, lo mejor es que no tenemos que rendirnos - comentó Martín.

La mañana pasó volando. Pintaron, cantaron y hasta hicieron una ronda de juegos en el patio. Pero al momento de la merienda, Lucía se dio cuenta de que había olvidado su botella de agua en casa.

- Oh, no... no tengo agua - murmuró.

- No te preocupes, yo tengo un poco para compartir - le dijo Sofía, una nena morocha que había estado jugando a su lado. - ¡Así podremos seguir jugando! - añadió con una sonrisa.

Lucía se sintió agradecida. Compartir era algo que nunca había considerado tan importante antes, pero ese gesto hizo que se sintiera parte del grupo.

Al final del día, Lucía se despidió de sus nuevos amigos con una sonrisa grande en su rostro.

- ¡Mamá! ¡Hice nuevos amigos! - le contó mientras salían del kinder.

- ¡Qué lindo, Lucía! ¿Y cómo te fue? - preguntó su mamá.

- Jugamos, pintamos y hasta compartimos merienda. ¡El kinder es genial! - exclamó emocionada.

- Te lo dije, vas a ver que te vas a divertir - le respondió su mamá.

Esa noche, Lucía, cansada pero feliz, se acostó sonriendo. Reflexionó sobre su día y entendió que aunque todo había sido nuevo y un poco intimidante, había aprendido que en los juegos, compartir y no rendirse siempre traía alegría y amigos.

Y así, con sueños de aventuras y risas, Lucía se quedó dormida, lista para su próximo día en el kinder, donde sabía que cada jornada traería nuevas sorpresas y amistades.

FIN.

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