Luna y El Jardín de Colores



Era un hermoso día soleado cuando Luna, una nena especial con una gran imaginación, llegó por primera vez al jardín de infantes. Era un lugar lleno de colores, risas y juegos. Sin embargo, sentía un cosquilleo en su pancita porque todo era nuevo y un poco abrumador.

Cuando la maestra, la señorita Carla, le dio la bienvenida, Luna sonrió tímidamente.

"Hola, Luna. ¡Qué alegría tenerte aquí!" - dijo la señorita Carla con una amplia sonrisa.

"Hola"  - respondió Luna, mirando a su alrededor y observando a otros niños jugando en el patio.

Mientras los niños saltaban, corrían y reían, Luna decidió que lo mejor era encontrar un rincón tranquilo. Se sentó bajo un árbol grande y empezó a dibujar en su cuaderno, creando un mundo de criaturas mágicas y colores vibrantes.

Un grupo de niños se acercó a ella.

"¿Qué haces?" - preguntó Tomás, un nene con cabello rizado.

"Dibujo"  - dijo Luna, mirando su dibujo de un dragón azul.

"¡Wow! ¡Me encanta!" - exclamó Sofía, una nena rubia con trenzas.

Luna se sintió un poco más en confianza, pero todavía le costaba unirse a los demás.

Durante la semana, la señorita Carla organizó muchas actividades. En una de ellas, les pidió a los niños que trabajaran en equipos para construir una casa con bloques.

"Vamos, Luna. Vení a construir con nosotros" - le dijo Sofía, pero Luna se quedó mirando el grupo desde la distancia.

Ella pensaba que tal vez no encajaría. Entonces, la señorita Carla, notando la pena en su cara, se acercó:

"Luna, quizás podrías pensar en agregar un túnel mágico a la casa. Me encantaría saber cómo lo imaginas" - le sugirió.

Eso la hizo sonreír.

"¡Sí!" - dijo Luna.

Se acercó tímidamente al grupo y empezó a explicar su idea. La magia de su mente abrió un pequeño espacio entre los niños. Así fue como empezó a construir el túnel de su casa de bloques.

"¡Increíble!" - gritó Tomás mientras veía cómo Luna colocaba las piezas.

Poco a poco, Luna se sintió más segura y se dio cuenta de que sus ideas eran valiosas.

Con el tiempo, Luna se hizo amiga de Sofía y Tomás, quienes la invitaban a jugar. Un día, decidieron hacer una obra de teatro.

"Vos podés ser la princesa, Luna" - propuso Sofía.

"Y yo el dragón" - agregó Tomás.

"Pero no quiero asustar a nadie..." - dijo Luna con dudas.

"Nadie se asustará si vos le das tu toque especial" - dijo Tomás.

Luna cerró los ojos y pensó en lo que el dragón podría ser. Podía ser amable, divertido y lleno de luces.

"Haré un dragón que juega en vez de asustar" - dijo, sonriendo con confianza.

Finalmente, el día de la obra llegó. Todos los niños se prepararon y Luna, con su disfraz de princesa, brilló. El dragón que Tomás interpretó fue un excelente compañero.

"Vamos a jugar juntos en el bosque mágico" - gritó Luna, y todos rieron y aplaudieron.

Al final de la función, los aplausos hacían eco en el aula.

"¡Bien hecho, Luna!" - le dijo la señorita Carla.

"Gracias. Me divertí mucho" - respondió Luna, sintiendo que pertenecía.

Día tras día, Luna aprendió que su manera especial de ver el mundo era un regalo. Cuando el año escolar terminó, se dio cuenta de que había hecho amigos, creado memorias y compartido su magia con todos.

El jardín de infantes no solo había sido un nuevo comienzo, sino también un lugar donde ella floreció como siempre había soñado, un planeta lleno de colores donde jugaba con amigos.

Y así, la historia de Luna en el jardín continuó, llena de aventuras, creatividad y un hermoso compañerismo. Y siempre recordará que, aunque el mundo puede parecer abrumador, su luz brilla especialmente más fuerte.

Y desde aquel primer día, el jardín nunca volvió a ser el mismo.

FIN.

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