Mariga y el viaje de la amabilidad


Había una vez una adolescente llamada Mariga, que vivía en la hermosa Patagonia argentina. Desde muy pequeña, siempre había soñado con conocer Europa y todas las maravillas que este continente tenía para ofrecer.

Después de recibir su diploma de la escuela secundaria, decidió embarcarse en una aventura inolvidable. Mariga ahorró durante mucho tiempo y finalmente pudo comprar un boleto de avión hacia Europa.

Su primer destino fue España, donde quedó fascinada por la arquitectura impresionante de Barcelona y los coloridos mercados de Madrid. Allí, Mariga hizo nuevos amigos españoles que le enseñaron a bailar flamenco y a saborear deliciosas tapas. Luego, viajó a Francia y se enamoró perdidamente de París.

Paseó por las calles adoquinadas de Montmartre y se deleitó con los exquisitos croissants en las cafeterías parisinas. En el Museo del Louvre, descubrió obras maestras como La Gioconda de Leonardo da Vinci.

El siguiente destino fue Alemania, donde Mariga quedó asombrada por la belleza histórica de Berlín y Múnich. Aprendió algunas palabras en alemán y disfrutó probando salchichas tradicionales en los mercados callejeros. Después llegó a Italia, donde recorrió las románticas calles empedradas de Roma y admiró el majestuoso Coliseo Romano.

Se deleitó con auténtica pizza margherita en Nápoles e hizo un desvío hacia Venecia para dar un paseo en góndola por los canales. Finalmente, Mariga llegó a Inglaterra, donde quedó maravillada con la grandeza de Londres.

Visitó el icónico Big Ben, paseó por el hermoso Hyde Park y disfrutó de una taza de té en un acogedor café inglés. Allí, hizo amistad con otros jóvenes viajeros que compartían su pasión por explorar el mundo.

A medida que Mariga viajaba, se dio cuenta de lo afortunada que era al poder vivir estas experiencias únicas. Con cada encuentro y cada nueva ciudad visitada, aprendió sobre diferentes culturas y tradiciones.

Pero también aprendió algo más importante: la importancia de ser abierta y amable con las personas que conocía en su camino. Un día, mientras caminaba por las calles empedradas de Edimburgo en Escocia, Mariga se encontró con una niña triste sentada en un banco solitario.

Se acercó a ella y le preguntó qué le pasaba. La niña le contó que había perdido su juguete favorito en el parque y no sabía cómo encontrarlo. Mariga decidió ayudarla y juntas recorrieron todo el parque buscando el juguete perdido.

Finalmente lo encontraron escondido entre los arbustos. La alegría en los ojos de la niña fue indescriptible. Ese día, Mariga entendió cuánto impacto podía tener una pequeña acción amable en la vida de alguien más.

Decidió seguir ayudando a otras personas durante su viaje por Europa.

Cuando finalmente regresó a la Patagonia argentina, Mariga se dio cuenta de que su viaje no solo había sido una aventura para ella misma, sino también una oportunidad para hacer del mundo un lugar mejor. Comenzó a contar sus historias y experiencias en las escuelas de su ciudad natal, inspirando a otros jóvenes a explorar el mundo y ser amables con quienes conocen en el camino.

Y así, Mariga se convirtió en un ejemplo de valentía, amabilidad y curiosidad por el mundo.

Su historia nos enseña que no importa cuán pequeños o grandes sean nuestros sueños, siempre podemos encontrar la manera de hacerlos realidad y marcar la diferencia en la vida de los demás.

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