Mi Chile Extraordinario



Había una vez un chile llamado Chiqui que creció en un pequeño jardín en una casa de un barrio tranquilo. Chiqui no era un chile común y corriente; él siempre soñaba con ser extraordinario. Desde que era una semilla, había escuchado historias de chiles que hacían cosas increíbles en otras tierras, como dar alegría, hacer sonreír a la gente o incluso ser el ingrediente estrella en platos admirados por todos.

Un día, mientras crecía bajo el sol, Chiqui vio a otros vegetales del jardín que hablaban entre ellos.

"Yo quiero ser una ensalada deliciosa para el próximo cumpleaños de Sofía", dijo la lechuga.

"Yo seré el mejor guiso que haya hecho la abuela", afirmó el zapallo.

Chiqui sintió un cosquilleo en su interior.

"¿Y yo? ¿Qué puedo ser?" se preguntó.

Entonces, decidió que debía hacer algo especial. Así que un día, mientras todos los vegetales estaban ocupados, se alejó de su lugar y emprendió una pequeña aventura hacia el mercado.

Al llegar, se dio cuenta de que el mercado estaba lleno de aromas, colores y muchas personas. Había comerciantes vendiendo frutas y verduras frescas, y Chiqui decidió que allí podría ser extraordinario. Se subió a una caja de frutas y comenzó a gritar.

"¡Hola, amigos! ¡Soy Chiqui, un chile extraordinario! ¡Vengan a conocerme!"

Las personas que pasaban se detuvieron a mirar, algunas sonriendo, pero otras parecían confusas.

"¿Un chile que habla? ¡Qué raro! Dijo un niño.

"Deberías estar en la olla, no en el mercado", comentó un vendedor.

Chiqui se sintió un poco desalentado, pero no se rindió. En vez de eso, decidió que si no podían entender su magia, debía mostrársela. Así que buscó a un cocinero que tenía una gran olla humeante.

"¡Hola, señor cocinero!" gritó Chiqui.

"Yo puedo hacer que tu plato sea el más sabroso de todos. ¿Por qué no me dejas probar?"

El cocinero, sorprendido por un chile que hablaba, lo miró con curiosidad.

"¿Y cómo harías eso, pequeño?"

Chiqui, entusiasmado, comenzó a contarle al cocinero sobre sus sueños de ser un ingrediente especial. El cocinero, divertido, decidió darle una oportunidad.

"Está bien, Chiqui, ven aquí. Te añadiré a la receta, pero espero que no me decepciones."

Con gran emoción, Chiqui fue cortado y agregó a la olla. Mientras se cocinaba, se sintió increíblemente feliz. Con su sabor, aquel guiso comenzó a cambiar: se volvió más colorido y el aroma se volvió irresistible.

Cuando el cocinero sirvió el plato en los platos, todos los que estaban en el mercado quedaron sorprendidos. Cada bocado era una explosión de sabor. La gente empezó a aplaudir y a preguntar:

"¿Qué hay en esta receta?"

"¿Quién hizo este guiso tan delicioso?"

El cocinero sonrió y dijo:

"Todo es gracias a un chile extraordinario. Su nombre es Chiqui, y él nos enseñó que todos pueden ser especiales de una manera u otra."

A partir de ese día, Chiqui no solo se convirtió en el ingrediente estrella, sino que también se hizo amigo de otros vegetales que vinieron a visitarlo. Siempre les contaba cómo ser auténticos, cómo creer en sí mismos y lo importante que era seguir sus sueños, no importa cuán pequeños o insólitos pudieran parecer.

Finalmente, Chiqui volvió a su jardín, pero ahora era conocido en todo el barrio. Allí, seguía animando a otros chiles y vegetales a encontrar su propio camino hacia la extraordinariedad. Y así, su jardín se convirtió en un lugar donde todos aprendieron a brillar a su manera, recordando que lo extraordinario a menudo viene de ser uno mismo.

Y desde entonces, cada vez que alguien probaba un guiso con Chiqui, no solo saboreaban un delicioso plato, sino que también llevaban consigo la magia de creer en uno mismo y ser lo que realmente quieren ser.

Y así, Chiqui el Chile Extraordinario vivió feliz en su jardín, siempre inspirando a otros a ser extraordinarios a su manera.

FIN.

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