Mi vida pintada con colores del arcoíris



En un pequeño y mágico pueblo llamado Colorete, donde todas las casas eran de diferentes colores y los árboles tenían hojas de tonos brillantes, vivía una niña llamada Lila. Lila era conocida por su increíble amor a los colores. Desde muy pequeña, soñaba con ver el mundo lleno de colores, y, sobre todo, deseaba que cada color tuviera su propia historia.

Un día, mientras exploraba el bosque que rodeaba su pueblo, Lila encontró un viejo pincel dorado tirado entre las hojas. Este pincel parecía brillar con luz propia y, sin pensarlo dos veces, ella lo recogió.

"¿Qué maravillas podré crear con este pincel?" - se dijo Lila con una sonrisa.

Al regresar a su casa, Lila decidió probar el pincel en una de sus pinturas. De repente, comenzó a pintar un arcoíris en su lienzo, pero, en lugar de sólo colores, cada franja del arcoíris estaba conectada a algo especial.

-Cuando terminó, el arcoíris brilló y, para su sorpresa, ¡los colores empezaron a saltar del lienzo y a cobrar vida!"¡Hola, Lila!" - gritó el rojo, que se presentó como Ramón, un pequeño tomate.

"¡Hola! ¿Cómo es posible esto?" - preguntó Lila, asombrada.

"Así es, cada color tiene su propio carácter y también su historia que contar. ¡Ven, te lo mostraremos!" - dijo Ramón.

Lila, emocionada, siguió a los colores. El rojo la llevó a conocer al naranja, que era un alegre zorrino llamado Niko.

"¡Soy Niko y me encanta correr!" - exclamó mientras se deslizó por el camino.

"¡Correr es divertidísimo!" - respondió Lila, riendo.

Luego, conoció a la amarilla Sofía, una simpática abeja que le habló sobre la importancia de las flores y cómo ellas ayudan a la naturaleza.

"¡Dame una flor pintada de amarillo y verás cuántas abejas vendrán a jugar a tu jardín!" - sugería Sofía.

"Voy a intentarlo, ¡qué divertido!" - dijo Lila, llena de energía.

El verde se llamaba Verdejo, un pequeño sapo que saltaba de alegría cada vez que veía una hoja brillante.

"¡Vamos, Lila! La naturaleza está llena de sorpresas. ¡Sigue el camino verde!" - animó Verdejo.

Lila, con cada paso, aprendió la importancia de cada color; cómo el azul, representado por un cielo claro y sereno llamado Azu, siempre recordaba a la gente mantenerse tranquila; y cómo el violeta, en forma de un pequeño dragón lindo llamado Vio, le enseñó sobre la creatividad.

"¡Cada color tiene un propósito! ¡Juntos formamos un arcoíris lleno de vida!" - explicó Vio. Y Lila no podía dejar de sonreír, disfrutando cada segundo de esa aventura llena de amigos.

Sin embargo, pronto llegó un problema: un grupo de nubes grises envidiosas apareció y susurraban entre sí.

"¿Por qué ellos pueden brillar y nosotros no?" - murmuraban las nubes.

Lila lo notó y se acercó a ellas con valor.

"¡Hola, nubes! ¿Por qué están tan tristes?" - preguntó Lila.

"Nos gustaría ser coloridas y no sólo grises" - respondió una nube con voz melancólica.

Lila pensó un momento y luego sonrió.

"¡Eso se puede cambiar! Si quieren, puedo mostrarles cómo mezclar colores. Juntos, podemos pintar un arcoíris en el cielo" - propuso.

Las nubes, intrigadas, aceptaron la propuesta. Con la ayuda del pincel dorado, Lila y los colores comenzaron a mezclar los colores con las nubes. Al principio fue difícil, pero todos colaboraron, y poco a poco, las nubes se llenaron de matices hermosos.

Finalmente, el cielo se volvió un espectáculo de color y alegría.

"¡Gracias, Lila! Ahora podemos unirnos a ustedes y crear alegría!" - exclamó una nube feliz.

Y así, el pueblo de Colorete se convirtió en un lugar aún más mágico, donde todos los colores, incluyendo a las nubes, vivieron juntos en armonía.

Lila descubrió que los colores no solo eran hermosos, sino que cada uno tenía su propio propósito, su propia historia. No sólo los colores aprendieron a vivir juntos, sino que también todos en el pueblo aprendieron a valorar las diferencias y a trabajar en conjunto para crear un mundo mejor condándole el pincel de la amistad.

Esa noche, mientras Lila dormía, su corazón rebosaba de felicidad. Su vida, pintada con colores del arcoíris, era más maravillosa que nunca, y siempre recordará que todos tienen algo especial que aportar.

FIN.

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