Mia y el vuelo eterno del amor
Había una vez en un hermoso jardín, una mariposa llamada Mia. Mia era de colores brillantes y alas delicadas que volaban con gracia entre las flores.
En ese jardín, Mia tenía dos grandes amigas: Luna, la escarabajo de caparazón reluciente, y Celeste, la libélula de ojos brillantes. Un día soleado, mientras disfrutaban del dulce néctar de las flores, Mia comenzó a sentir un dolor en su corazón.
No entendía qué le estaba pasando y se lo contó a sus amigas con lágrimas en los ojos. "¿Qué me está pasando? Me duele el corazón", sollozó Mia. Luna y Celeste rodearon a su amiga preocupadas. Querían ayudarla pero tampoco sabían qué hacer.
"Mia, querida amiga", dijo Luna con ternura. "A veces, nuestro corazón se llena de dolor cuando alguien que amamos se va". Celeste asintió y agregó: "Es verdad, Mia. Cuando alguien muere, ya no podemos verlos ni hablarles como antes.
Pero eso no significa que dejemos de quererlos". Mia miró a sus amigas confundida. "Pero ¿qué es la muerte? ¿Dónde van las personas cuando mueren?", preguntó angustiada. Luna y Celeste se miraron entre sí pensativamente antes de responder.
"La muerte es parte natural de la vida", explicó Luna. "Cuando alguien muere, su cuerpo deja de funcionar y ya no pueden estar aquí con nosotros". Celeste continuó: "Pero aunque no podamos verlos físicamente, podemos guardarlos en nuestros corazones y recordarlos con amor".
Mia secó sus lágrimas y miró a sus amigas con gratitud. "Gracias, Luna y Celeste. Me siento mejor sabiendo que siempre podré llevar a aquellos que amo en mi corazón".
Las tres amigas siguieron volando por el jardín, compartiendo risas y recuerdos de los seres queridos que ya no estaban físicamente con ellas. Un día, mientras Mia estaba descansando sobre una hermosa flor, vio una mariposa brillante acercándose. Era su abuelita mariposa, quien había partido hace mucho tiempo.
"¡Abuelita!", exclamó Mia emocionada. Su abuelita sonrió dulcemente y le dijo: "Querida Mia, aunque no pueda estar contigo físicamente, siempre estaré cerca en tu corazón.
Te he estado observando desde el cielo de las mariposas y estoy orgullosa de ti". Mia se llenó de alegría al saber que su abuelita nunca la había dejado realmente.
A partir de ese momento, Mia entendió que aunque extrañar a alguien puede doler mucho, también es importante recordar los momentos felices que vivieron juntos. Aprendió a encontrar consuelo en los recuerdos y encontró paz en su corazón.
Y así, Mia siguió viviendo en el bello jardín junto a Luna y Celeste, llevando consigo el amor de aquellos que habían partido pero nunca olvidados.
FIN.