Nacho y los delfines salvadores


Un día, Nachito estaba jugando en la playa con su pelota favorita. Él saltaba y corría por toda la orilla del mar mientras su dueña, Juana, lo observaba sentada en una silla de playa.

De repente, Nachito vio algo en el agua que llamó su atención. Era un palo flotando cerca de la costa. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el agua para atraparlo. Juana intentó detenerlo pero era demasiado tarde.

Nachito ya estaba nadando hacia el palo con mucha emoción. "Nachito, ¡vuelve aquí!"- gritaba Juana mientras se levantaba de su silla y caminaba hacia el agua.

Pero cuando llegó a la orilla del mar vio algo que le preocupó mucho: las olas estaban creciendo cada vez más y más fuertes. "¡No! ¿Qué está pasando?"- exclamó Juana asustada al ver cómo las olas arrastraban a Nachito cada vez más lejos de la costa.

Ella sabía que no podía nadar tan lejos como lo había hecho Nachito y comenzó a llamarlo desesperadamente. Pero él seguía nadando sin darse cuenta del peligro alrededor de él.

La situación parecía cada vez peor hasta que apareció un grupo de delfines amistosos que habían estado jugando cerca del lugar donde se encontraban ellos. Los delfines notaron que Nachito estaba en problemas y rápidamente se acercaron a él para ayudarlo.

Con sus cuerpos grandes protegieron a Nachito de las olas furiosas y lo guiaron lentamente hacia la costa donde Juana lo esperaba ansiosa. Cuando finalmente llegaron a la orilla del mar, Juana abrazó a Nachito con mucha emoción y gratitud. Los delfines se alejaron en el horizonte dejando tras de sí una estela de espuma blanca.

Desde ese día, Nachito aprendió que aunque era muy divertido jugar en el agua, también debía ser consciente del peligro que podía representar. Y así fue como se convirtió en un perrito más sabio y responsable.

Ahora siempre que iban a la playa, Juana vigilaba de cerca a Nachito para asegurarse de su seguridad mientras él disfrutaba jugando con su pelota favorita.

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