Pablito y el secreto del bosque encantado
que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y árboles frondosos. Pablito era un niño curioso, con ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba a todos los que lo rodeaban.
Desde muy pequeño, le encantaba explorar el mundo que lo rodeaba, descubriendo nuevos lugares y aprendiendo de cada experiencia. Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, Pablito se encontró con una ardilla herida. El animalito estaba asustado y no podía moverse.
Sin dudarlo, Pablito decidió ayudar a la ardilla llevándola a su casa y cuidándola con mucho amor y paciencia. "Tranquila amiguita ardilla, pronto estarás bien", le susurraba Pablito mientras le daba agua y comida.
Con el pasar de los días, la ardilla se recuperó gracias a los cuidados de Pablito. La pequeña criatura lo miraba con gratitud en sus ojitos brillantes y jugueteaba alegremente a su alrededor.
Un buen día, la ardilla se sintió lo suficientemente fuerte como para regresar al bosque.
Antes de partir, se acercó a Pablito y le dio las gracias de una manera muy especial: le enseñó un camino secreto que conducía a un claro lleno de flores multicolores donde nunca nadie antes había estado. Pablito seguía las indicaciones de la ardilla con emoción y sorpresa. Al llegar al claro, quedó maravillado por la belleza del lugar.
Las flores bailaban al compás del viento, las mariposas revoloteaban entre ellas creando un espectáculo mágico. "¡Es increíble! ¡Gracias amiguita ardilla!", exclamó Pablito emocionado. A partir de ese día, Pablito visitaba el claro secreto todas las mañanas antes del amanecer para disfrutar de la paz y la belleza del lugar.
Se sentía agradecido por haber conocido a la ardilla herida, pues gracias a ella había descubierto uno de los tesoros más grandes que jamás hubiera imaginado.
Con el tiempo, la historia de Pablito y la ardilla se convirtió en leyenda en el pueblo. Todos admiraban la valentía y bondad del niño que supo ayudar a un ser indefenso sin esperar nada a cambio.
Y así, entre risas y aventuras, Pablito siguió creciendo feliz e inspirando a todos los que cruzaban su camino con su noble corazón y su espíritu generoso. Porque sabía que no importa cuán pequeños seamos, siempre podemos hacer grandes cosas si actuamos desde el amor y la compasión hacia los demás.
FIN.