Ratoncita Ruth y el Gran Queso
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía Ratoncita Ruth, una ratoncita curiosa y aventurera que soñaba con probar el queso más delicioso del mundo. Su hogar estaba en un viejo ropero de madera en la casa de Doña Chola, una amable señora que siempre dejaba un paquete de queso en la mesa. Ruth, con su gran olfato, sabía que había un queso especial que nunca había probado: el queso de cabra de la quesería de Don Pedro, conocido por todos como el mejor queso de la ciudad.
Una mañana, mientras paseaba por el jardín, Ruth decidió que ese día era el indicado para buscar el queso. Antes de salir, se despidirse de su amigo el gato de Doña Chola, un gato gordinflón llamado Gato Rocco.
"¡Voy a buscar el queso de cabra!" – anunció Ruth con determinación.
"¿Estás loca?" – respondió Gato Rocco con una sonrisa burlona. – "¡Es peligroso!"
"No me importa. Soy valiente y lo voy a encontrar. ¡Voy a probarlo!" – insistió Ruth.
Ruth salió de casa y se dirigió a la quesería. Durante su camino encontró a varios amigos que también la advertían.
"¡Cuidado con el gato que ronda por la quesería!" – le dijo el pájaro Federico, volando sobre su cabeza.
"Sí, es muy astuto. Te atrapará si te descuidas" – añadió la tortuga Matilda.
Pero Ruth no se dejaría desanimar. A través de bosquecillos y pastizales, llegó a la quesería. Allí, vio el queso más hermoso que había imaginado, con un aroma que la hizo salivar. Pero justo cuando estaba a punto de acercarse… ¡apareció el gato!"¡Alto ahí, ratita!" – rugió el gato, mostrando sus afilados dientes. – "Ese queso es mío. ¡Aléjate!"
Ruth se detuvo en seco, pero en lugar de escapar, tuvo una idea brillante.
"¿Te gustaría probar un nuevo juego, Gato Rocco?" – propuso con confianza. – "Si me atrapas antes de que llegue al queso, me voy. Pero si yo llego primero, tú me dejas probar un poco. ¿Qué decís?"
Rocco, sorprendido por la audacia de Ruth, aceptó.
"Está bien, pequeño roedor. ¡Que comience el juego!"
Ambos decidieron correr alrededor de la quesería. Ruth, ágil y rápida, se movía usando su astucia. Cada vez que Gato Rocco intentaba acercarse, ella cambiaba de dirección, aprovechando cada rincón y escondite.
El gato, aunque era fuerte, se estaba cansando de tanto correr y pronto se dio cuenta de que no iba a poder atraparla tan fácil.
"¿Cómo haces eso?" – le preguntó, ya sin aliento.
"Con práctica. Si quieres aprender, te puedo enseñar un par de trucos. Pero primero, ¡déjame probar ese queso!" – respondió Ruth con una sonrisa pícara.
Rocco, aún un poco confundido, accedió. Cuando llegaron al queso, Ruth tomó un pequeño trozo y lo probó.
"¡Es el mejor queso del mundo!" – exclamó, sus ojos brillando de felicidad.
"Bueno, parece que valía la pena la aventura, ¿no?" – dijo Rocco, también queriendo probar. Ambos rieron y Rocco, sorprendido por lo delicioso del queso, decidió compartirlo.
Y así, Ratoncita Ruth y Gato Rocco se hicieron amigos de verdad, disfrutando del queso y de la compañía del otro. Ruth había demostrado que la valentía y la inteligencia pueden abrir puertas donde menos se espera.
Desde entonces, cada semana, Ruth y Rocco se unían para disfrutar del queso y contar historias, creando así un lazo de amistad que nunca habrían imaginado. Ambos aprendieron que el trabajo en equipo y la comunicación son importantes, sin importar cuán diferentes sean.
Y así, en aquel pequeño barrio de Buenos Aires, Ruth se convirtió en la ratoncita más valiente, y Gato Rocco aprendió a ser un buen amigo.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.