Roo y el Bosque de los Sueños



Una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y árboles altos, vivía un niño llamado Roo. Era un niño intenso, protector, impulsivo y muy cariñoso. Roo siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos, pero a veces su impulso lo llevaba a situaciones inusuales.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Roo descubrió un camino que nunca había visto antes. Los árboles eran más altos y más frondosos, y el aire estaba lleno de un suave murmullo. Intrigado, decidió seguirlo.

-Seguro que encontraré algo increíble -se dijo Roo mientras caminaba.

A medida que avanzaba, notó que dos pequeñas criaturas, un conejito y un pajarito, estaban atrapados en un arbusto espinoso. Roo, sin pensarlo dos veces, corrió hacia ellos.

-No te preocupes, ¡yo los ayudaré! -les dijo, mientras intentaba liberar a los pequeños.

Pero al ser tan impulsivo, Roo no se dio cuenta de que al liberar al pajarito, lo hizo volar demasiado alto y terminó en un nido de pajaritos grandes, que comenzaron a gritarle al ver al intruso.

-Uy, esto no es bueno -pensó Roo, mientras el conejito observaba con gran preocupación.

-¡Roo, ten cuidado! -le advirtió el conejito, sus orejas temblando de miedo.

Roo, viendo que no podía dejar que su amigo sufriera, decidió actuar. Con el corazón latiendo rápidamente, giró y corrió hacia los árboles.

-¿Adónde vas? -preguntó el conejito, temiendo que Roo se metiera en problemas.

-Voy a distraer a esos pájaros, para que tú y el pajarito puedan escapar -respondió Roo, lleno de determinación.

Roo se subió a un tronco y empezó a hacer ruidos graciosos para llamar la atención de los pájaros. Empezó a saltar, bailar y hacer ruidos raros. Los pájaros, confundidos y sorprendidos, comenzaron a volar alrededor de él, lo que les dio al conejito y al pajarito la oportunidad de escapar.

-¡Corran! -gritó Roo.- ¡Hacia el camino! ¡Hacia el camino!

El conejito y el pajarito no tardaron en seguir su consejo y se alejaron hacia un lugar seguro. Pero Roo, en su afán de proteger a sus amigos, se quedó en el bosque, riendo y bailando en un espectáculo hilarante para los pájaros.

Cuando los pájaros finalmente se dieron cuenta de que Roo no era una amenaza y que solo quería jugar, se calmaron y decidieron unirse a la diversión. Poco a poco, Roo se ganó su respeto, y decidió que ya era hora de regresar a casa.

Con una sonrisa en su rostro, Roo se despidió de sus nuevos amigos y regresó al pueblo.

-¡Roo! -gritaron sus amigos al verlo llegar.- ¡Te extrañamos! ¿Dónde estabas?

-¡Los pájaros y yo tuvimos una gran aventura! -respondió Roo, contándoles cómo se había convertido en un artista para distraer a los pájaros.

Esa noche, Roo aprendió que ser protector y cariñoso era hermoso, pero que también era importante pensar antes de actuar. Había hecho nuevos amigos en el Bosque de los Sueños, y comprendió que no siempre se necesita ser valiente solo para proteger a los demás, también se puede hacerlo con inteligencia y creatividad.

Y así, Roo se convirtió en un gran líder entre sus amigos, enseñándoles que la impulsividad puede ser manejada con un poco de pensamiento y mucho cariño. El Bosque de los Sueños se volvió su segundo hogar, donde siempre había nuevas aventuras esperándolo.

FIN.

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