Sombras de amistad



Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en una pequeña casa en el campo. Un día, los padres de Sofía tuvieron que viajar a la ciudad por trabajo y ella se quedó sola en casa.

La noche cayó rápidamente y Sofía comenzó a sentirse un poco asustada. La casa era antigua y crujiente, lo que hacía que cualquier ruido pareciera más aterrador de lo normal.

Mientras estaba acurrucada en su cama, Sofía notó algo extraño en la ventana de su habitación: una sombra misteriosa se movía lentamente hacia adentro. Sofía sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras observaba cómo la sombra se deslizaba por el cristal. Estaba tan asustada que no sabía qué hacer.

Pero luego recordó algo importante: su abuelo le había enseñado a enfrentar sus miedos. Decidida a superar su temor, Sofía tomó una profunda respiración y salió valientemente de su habitación para investigar.

Caminando con cautela por los pasillos oscuros, llegó al living donde vio claramente la sombra proyectada sobre las cortinas. - ¿Quién está ahí? -preguntó con voz firme Sofía.

La sombra se detuvo abruptamente y después de unos segundos, respondió tímidamente:- Soy Mateo, el amigable monstruo debajo de la cama. Sofía abrió los ojos sorprendida. Nunca había imaginado que las sombras pudieran hablar e incluso tener nombres propios. - ¿Monstruo? -repitió Sofía-.

Pero, ¿por qué estás en mi ventana? Mateo explicó que había estado buscando a alguien con quien jugar y se había equivocado de ventana. Era un monstruo amigable que solo quería divertirse, pero nadie le daba una oportunidad debido a su apariencia sombría.

Sofía, sin embargo, no juzgó a Mateo por su apariencia y decidió darle una oportunidad. Juntos, comenzaron a explorar la casa y descubrieron cosas maravillosas en cada rincón: juguetes olvidados, libros emocionantes y hasta un piano antiguo que sonaba mágicamente cuando Sofía tocaba las teclas.

La noche pasó volando mientras Sofía y Mateo se reían y disfrutaban de su nueva amistad. El temor inicial de Sofía se desvaneció completamente al darse cuenta de que las sombras no siempre eran malas o peligrosas.

Cuando los padres de Sofía regresaron al día siguiente, encontraron a su hija llena de alegría contándoles sobre su aventura con Mateo. Al principio estuvieron sorprendidos por la historia, pero luego entendieron lo importante que era para Sofía haber superado sus miedos.

A partir de ese día, la casa de Sofía nunca volvió a ser un lugar oscuro y espeluznante. Ahora estaba llena de risas y juegos gracias a la nueva amistad entre ella y Mateo.

Y así fue como una niña valiente enseñó al mundo que no debemos juzgar por las apariencias y que incluso las sombras más oscuras pueden esconder corazones llenos de amor y amistad.

FIN.

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