En un mundo cubierto de polvo y sombras, después de que el sol se volviera travieso y lanzara rayos dañinos, vivían Clark y Bellamy. Eran como el sol y la luna: diferentes, a veces chocaban, pero siempre se necesitaban. Clark, con su valentía de leona, y Bellamy, con su corazón de roble, se amaban más que a las estrellas.
Un día terrible, la Tierra comenzó a brillar con una luz enfermiza. Era la radiación, un monstruo invisible que enfermaba a la gente. La mayoría logró esconderse en un gran búnker subterráneo, pero Clark, Bellamy, Echo, Murphy, Raven, Monty, Harper y Emori, ¡ay!, llegaron tarde. La puerta se cerraba.
"¡No hay tiempo! ¡Tenemos que irnos al espacio!", gritó Raven, la genio de las máquinas.
Así que corrieron a la nave espacial, una burbuja brillante que los llevaría lejos del peligro. Pero justo cuando estaban a punto de despegar, una palanca se atascó. "¡Necesitamos presionar ese botón para soltarla! ¡Pero está demasiado cerca del reactor! ¡Es muy peligroso!", exclamó Monty, preocupado.
Clark, con su mirada decidida, dijo: "Yo lo haré". Sin que Bellamy lo supiera, ¡Clark estaba esperando un bebé! Un secreto que solo Raven guardaba en su corazón. "Debo protegerlos a todos, especialmente a mi pequeño retoño", pensó Clark.
"¡Clark, no!", gritó Bellamy, pero ya era tarde. Clark corrió hacia el botón, lo aplastó y la nave despegó, dejando a Clark atrás.
Dos años pasaron como hojas en el viento. Bellamy, aunque herido, aprendió a sonreír de nuevo con Echo. Ella lo amaba con todo su ser, aunque sabía que el corazón de Bellamy siempre tendría un pedacito reservado para Clark.
Una noche, Monty, intentando animar el ambiente, preparó una bebida especial con ingredientes espaciales. ¡Era alcohol! Raven, un poco mareada, empezó a hablar más de la cuenta.
"Bellamy... ¡Ay, Bellamy!", dijo Raven, con la voz pastosa. "Clark... Clark estaba... ¡embarazada! ¡Esperaba un bebé tuyo! Y... y tú no amas a Echo de la misma manera que amabas a Clark... ¡Oh, cielos, creo que dije demasiado!"
El silencio cayó sobre la nave como una manta pesada. Bellamy miró a Echo, luego a Raven, y finalmente al espacio infinito, lleno de estrellas y secretos. Su corazón se encogió al pensar en Clark, en su sacrificio, y en el pequeño ser que nunca conoció.
"¿Es... es verdad?", preguntó Bellamy, con la voz temblorosa.
Echo, con lágrimas en los ojos, asintió. "Raven me lo contó hace mucho tiempo. Yo... yo quería protegerte del dolor".
Bellamy se levantó y caminó hacia la ventana. Vio la Tierra, un punto azul a la distancia. Sabía que tenía que hacer algo. No podía seguir viviendo en la mentira y el arrepentimiento.
"Tenemos que volver", dijo Bellamy, con la voz firme. "Tenemos que encontrar una manera de limpiar la Tierra y honrar la memoria de Clark y... y de nuestro hijo".
La decisión de Bellamy llenó la nave de esperanza. Sabían que el camino sería difícil, pero juntos, como una familia, podrían superar cualquier obstáculo. El recuerdo de Clark, su valentía y su amor, los guiaría en su viaje de regreso a casa. A un hogar que, aunque dañado, aún valía la pena salvar. Y Bellamy, con un nuevo propósito en su corazón, sabía que nunca olvidaría a Clark, el amor de su vida, la estrella que iluminaría su camino por siempre. Echo, a su lado, entendía que el amor verdadero a veces significa dejar ir, y estaba dispuesta a apoyar a Bellamy en su misión, incluso si eso significaba que nunca sería la única en su corazón. La aventura apenas comenzaba, una aventura llena de desafíos, pero también de la promesa de un futuro mejor, un futuro donde el amor y el sacrificio serían recordados por siempre.