Un viaje inolvidable


Cristina era una niña muy alegre y juguetona que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y flores de colores.

Tenía un gatito llamado Pelusa, con el pelaje blanco como la nieve y ojos tan brillantes como dos estrellas en el cielo. Una tarde soleada, Cristina decidió llevar a Pelusa a dar un paseo por el jardín de su casa.

Mientras jugaban entre las plantas y perseguían mariposas, Pelusa se escapó corriendo detrás de un pájaro que revoloteaba cerca del árbol de duraznos. Cristina lo llamó una y otra vez, pero el gatito no regresaba. - ¡Pelusa, vuelve! ¡No te vayas tan lejos! -gritaba Cristina, preocupada.

Pero Pelusa ya había desaparecido entre los arbustos altos del jardín. La niña sabía que debía encontrarlo antes de que llegara la noche, ya que su mamá le había advertido que era peligroso para un gato estar afuera cuando oscureciera.

Decidida a encontrar a su mascota, Cristina comenzó a buscar por todos lados. Recorrió cada rincón del jardín, miró debajo de las macetas y detrás de los muebles de exterior, pero no encontraba rastro alguno de Pelusa.

Fue entonces cuando recordó algo importante: Pelusa solía esconderse en el granero viejo al final del campo cuando quería jugar al escondite. Sin dudarlo, se encaminó hacia allí con paso decidido. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y los grillos empezaban a cantar su canción nocturna.

Al llegar al granero, Cristina escuchó un maullido proveniente del interior. Con cuidado abrió la puerta entreabierta y allí estaba Pelusa, acurrucado en un rincón oscuro junto a unas cajas viejas.

- ¡Pelusa! ¡Qué susto me diste! No vuelvas a escaparte así -dijo Cristina mientras acariciaba a su gatito con cariño. Pelusa ronroneaba feliz por haber sido encontrado y prometió no volver a alejarse tanto sin avisar.

Juntos regresaron corriendo hacia la casa antes de que cayera la noche por completo. Esa noche, mientras cenaban con su familia alrededor de la mesa iluminada por velas, Cristina les contó la aventura que vivieron ella y Pelusa durante la tarde. Todos rieron y celebraron el reencuentro felizmente.

Desde ese día en adelante, Cristina aprendió lo importante que era cuidar bien de sus mascotas y siempre estar atenta para protegerlas.

Y Pelusa nunca más volvió a escaparse sin avisar; ahora prefería quedarse cerca de su dueña disfrutando juntos cada momento especial en su hogar.

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