Una Niña con Ojos Oscuros



Había una vez en un pequeño pueblo un lugar lleno de risas y juegos. Todos los niños corrían felices por las calles, pero había una niña diferente, llamada Luna. Luna tenía unos ojos oscuros y profundos que parecían reflejar la noche. Su aspecto misterioso hacía que algunos niños no se acercaran a ella.

Un día, mientras jugaban en el parque, Ana, una de las niñas más populares del lugar, se acercó a sus amigas y dijo:

"¿Vieron a Luna? Sus ojos son tan raros. No entiendo por qué no juega con nosotras."

Justo en ese momento, Luna estaba sentada bajo su árbol favorito, leyendo un libro lleno de historias. No sabía que las demás la miraban desde lejos, y aunque a veces se sentía un poco sola, disfrutaba de su mundo imaginario.

Una tarde, una tormenta se desató inesperadamente. Los niños comenzaron a correr hacia sus casas, pero Ana y sus amigas se dieron cuenta de que habían dejado sus juguetes en el parque.

"¡Ay no! No podemos quedar sin nuestros juguetes!" dijo Ana, asustada.

Luna miró desde su refugio bajo el árbol y decidió ayudar.

"Chicas, ¿quieren que los recojamos juntas? Siempre puedo correr mucho más rápido."

Las amigas se miraron sorprendidas. Nadie había pensado en que Luna podría ser útil. Pero las nubes oscuras las apremiaban, así que accedieron:

"Está bien, vení. Te necesitamos."

Rápidamente, las cuatro corrieron hacia el parque. Luna, con su agilidad, fue la primera en llegar y recogió todos los juguetes.

"Miren, aquí están. Vamos a la casa de Ana antes de que empiece a llover más fuerte."

Las chicas se sorprendieron de la rapidez con la que Luna había actuado. Al llegar a casa de Ana, entre risas y gritos de alivio, comenzaron a hablar.

"No sabía que eras tan rápida y valiente, Luna!" expresó Ana, impresionada.

"Sí, siempre que leo sobre aventuras, me imagino corriendo, saltando y explorando el mundo durante las tormentas."

A partir de ese día, la percepción de Luna cambió. Empezaron a invitarla a jugar, a compartir historias y a descubrir su talento especial para contar cuentos.

"¿Podés contarnos la historia del dragón que vuela en la noche?" pidió una de las amigas.

"Sí, se llama Nocturno, y vuela entre las estrellas para proteger los sueños de los niños. Aquí va..." comenzó Luna, dejando que imaginaciones volaran.

Con cada cuento, más niños se acercaban a ella, y pronto, Luna se convirtió en la narradora preferida del grupo. Ana y sus amigas se dieron cuenta de que, aunque Luna era diferente, sus ojos oscuros llevaban un brillo especial lleno de imaginación.

"No sabíamos que tenías tanto talento, Luna.¿Podes enseñarnos a contar cuentos también?" preguntó Ana.

La amistad entre ellas creció, y Luna, que solía sentirse sola, encontró su lugar. Comenzaron a organizar reuniones donde compartían cuentos y creaban sus propias historias. Cuanto más jugaban, más unidas estaban. Pronto, hablaban de sus sueños, de lo que querían ser y de cómo podrían hacer que sus historias cobraran vida.

Un día, por razones del destino, el pueblo organizó un concurso de relatos. La emoción de participar llenó a todos los niños, y Luna no fue la excepción.

"¡Chicas! Deberíamos participar juntas, ¡y hacer un cuento de aventuras!" sugirió.

"¡Sí! Este podría ser nuestro gran proyecto!" respondieron, cada una con una chispa en los ojos.

Las semanas pasaron y trabajaron en su historia. Se unieron cada tarde, llenaron páginas enteras con sus ideas y les dieron forma a sus personajes. El día del concurso, se sintieron nerviosas pero emocionadas.

"Confío en vos, Luna. Sus ojos oscuros tienen el poder de traer cosas mágicas a nuestra historia. ¡Vamos a ganarlo!" exclamó Ana con determinación.

El jurado escuchó a cada grupo, y cuando llegó el turno de Luna, Ana y sus amigas, el brillo de los ojos oscuros de Luna iluminó la sala. Al finalizar su relato, los aplausos resonaron en todo el lugar.

"¡Nunca imaginamos que éramos un gran equipo!" gritó una de las amigas.

Finalmente, el jurado anunció que ellas habían ganado. La alegría llenó sus corazones.

"Gracias, Luna. Hiciste que todo esto fuera posible."

"No podría haberlo hecho sin todas ustedes. Cada uno de nosotros tiene algo especial para ofrecer."

Desde ese entonces, Luna y sus amigas hicieron del cuento y de la imaginación un gran juego en su pueblo. Comprendieron que lo diferente puede ser lo más valioso y que la verdadera amistad se encuentra en compartir y colaborar. Así, Luna aprendió que sus ojos oscuros eran un regalo lleno de historias que invitarían al mundo a conocer su luz.

Conclusión: La historia de Luna no solo cambió la forma de ver la diferencia, sino que enseñó a todos los niños el valor de la colaboración, la amistad y cómo aceptar lo que nos hace únicos. Al final del cuento, el pueblo se llenó de narradores con ojos brillantes, preparados para compartir sus propias historias al mundo.

FIN.

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