Valentina y su mundo de aventuras




Había una vez una niña llamada Valentina, quien era tan despierta y sonriente que contagiaba alegría a todos a su alrededor. Desde pequeña, mostraba un amor inmenso por su mamá y papá, y siempre los abrazaba con mucho cariño.

A Valentina le encantaba empezar su día con un delicioso desayuno de avena con frutas, pero su mayor debilidad era la lucuma, un sabor que la hacía muy feliz.

Asistía al nido Niño Jesús, donde aprendía y se divertía con sus amigos. Sin embargo, su primo Noah era su compañero de travesuras favorito, y juntos siempre vivían increíbles aventuras. Noah y Valentina se querían muchísimo y compartían una complicidad única.

Una mañana, Valentina se levantó con una idea emocionante en mente.

- ¡Mamá, papá! Quiero organizar un picnic en el jardín y invitar a todos mis amigos del nido Niño Jesús y a mi primo Noah! - exclamó con entusiasmo.

Sus padres, emocionados por la iniciativa de su hija, la ayudaron a preparar sándwiches, frutas y jugos para el picnic. La jardín se llenó de risas y diversión, con juegos y bailes que hicieron de ese día uno inolvidable. Valentina estaba radiante al ver a todos sus seres queridos disfrutando juntos.

Esa tarde, después del picnic, mientras miraban las nubes, Noah le susurró a Valentina: - Gracias por este día tan increíble, eres la mejor prima del mundo. - Y tú el mejor primo -respondió Valentina con una sonrisa encantadora.

De repente, vieron algo brillar en el cielo. Era una estrella fugaz. - ¡Pide un deseo, Valen! - dijo Noah. Valentina cerró los ojos y pidió que todas las personas del mundo fueran felices.

Sabía que su deseo era grande, pero en su corazón tenía la certeza de que con amor y alegría, todo era posible.

Los días pasaron y Valentina continuó creciendo, siempre con la misma alegría y cariño.

Comprendió que el verdadero valor de la vida estaba en compartir momentos especiales con sus seres queridos y en hacer el bien a los demás. Aprendió a apreciar la belleza de las pequeñas cosas y a seguir siempre sus sueños con valentía y determinación.

Años más tarde, cuando recordaba aquel picnic en el jardín, siempre sonreía con gratitud por tener a personas tan maravillosas a su lado.

Y

así, Valentina siguió iluminando el mundo con su amor y alegría, recordando siempre que los mejores tesoros de la vida son aquellos que se comparten con quienes más se quiere.

FIN.

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