Violeta y los caramelos mágicos
Había una vez una bruja llamada Violeta que vivía en un pequeño pueblo mágico. A diferencia de otras brujas, Violeta tenía un problema: no podía volar con su escoba, ni siquiera en la noche más oscura.
Un día, mientras caminaba triste por el bosque, se cruzó con una bicicleta abandonada. Decidió subirse a ella y pedalear con todas sus fuerzas para ver si lograba volar. Pero por más que lo intentara, la bicicleta no despegaba del suelo.
Violeta se sentía muy frustrada. No entendía por qué no podía hacer cosas tan simples como volar o asustar a los niños y niñas del pueblo. Sentada en el pasto, comenzó a llorar.
En ese momento apareció una araña muy sabia y le dijo: "Bruja Violeta, ¿por qué estás tan triste?". Violeta le contó todos sus problemas y cómo se sentía incapaz de hacer las cosas que las demás brujas hacían sin esfuerzo.
La araña sonrió y le explicó: "Querida Violeta, cada uno de nosotros tiene habilidades únicas. Tal vez no puedas volar con tu escoba o asustar a los niños y niñas, pero estoy segura de que tienes otros dones especiales".
Violeta levantó la mirada y preguntó curiosa: "¿Cuáles serían esos dones?"La araña continuó: "Estoy segura de que eres buena haciendo hechizos dulces como caramelos mágicos.
¡Podrías alegrarle el día a muchas personas con tus creaciones!"Los ojos de Violeta se iluminaron de alegría. Nunca había pensado en utilizar su magia para hacer algo tan hermoso como regalar dulces alegres. Decidió poner manos a la obra y empezó a crear caramelos mágicos con sabores deliciosos y colores brillantes.
Un día, mientras repartía sus caramelos por el pueblo, se encontró con un niño llamado Lucas. Lucas era muy tímido y solía esconderse cuando veía a otras brujas volando en el cielo.
Pero cuando probó uno de los caramelos mágicos de Violeta, su rostro se iluminó y una sonrisa apareció en su cara. "¡Bruja Violeta! ¡Estos caramelos son increíbles! Me hacen sentir valiente y feliz", exclamó Lucas emocionado.
Violeta sonrió orgullosa y le respondió: "Querido Lucas, esa es mi misión: usar mis dones para hacer felices a las personas". Desde ese día, Bruja Violeta dedicó su tiempo a crear más caramelos mágicos que llenaban de alegría a todos los habitantes del pueblo.
Aunque no podía volar con su escoba o asustar a los niños y niñas, había encontrado una manera única de ser especial y valiosa para los demás.
Y así, Bruja Violeta descubrió que no importaba lo que no pudiera hacer; lo importante era encontrar aquello en lo que destacaba y usarlo para hacer el bien en el mundo. Y así fue como se convirtió en la bruja más querida del pueblo mágico. Fin
FIN.