Yago y las Arañas del Halloween



Era la tarde de Halloween y las calles del barrio estaban llenas de calabazas iluminadas, disfraces espeluznantes y risas de niños que salían a pedir caramelos. Yago, un niño curioso y aventurero, se estaba preparando para la noche. Pero había un detalle: Yago no sabía lo que era el miedo. Por el contrario, su amigo Alejandro, que siempre había sido un poco más cauteloso, tenía un gran temor a las arañas.

"Yago, ¿estás listo para salir a buscar dulces?" - le preguntó Alejandro, temblando un poco mientras ajustaba su disfraz de fantasma.

"¡Claro! Pero, ¿por qué no quieres disfrazarte de araña?" - replicó Yago con una sonrisa.

"¡Porque no me gustan las arañas! Me dan miedo" - respondió Alejandro, mirando a su alrededor como si una araña pudiera aparecer en cualquier momento.

Yago nunca entendió bien lo que era el miedo; para él, las arañas eran solo criaturas más en el mundo. Sin embargo, esa noche decidió ayudar a su amigo a superar su temor.

"¿Y si hacemos un trato? Podemos salir a buscar dulces y enfrentarnos a nuestras miedos. Si vemos a una araña, vos me gritas y yo la atrapo!" - dijo Yago, tratando de darle valor a Alejandro.

Alejandro lo miró con desconfianza.

"Pero ¿y si es una araña gigante?" - dijo con un hilo de voz.

"Vamos, ¡no hay arañas gigantes! Y si hay, yo las detengo" - animó Yago mientras se ponía su capa de superhéroe.

Esa noche, mientras caminaban por la calle, cada vez que veían algo que creían que podía ser una araña, Alejandro se sobresaltaba, pero Yago se partía de risa. Por ejemplo, al ver una telaraña en una esquina, Alejandro dio un grito.

"¡Yago! ¡Hay una telaraña!" - exclamó, retrocediendo.

"Vamos, es solo una tela. Mirá. ¡Es como una red!" - Yago miró curioso, sin evidenciar el miedo que sentía su amigo.

Después de recibir algunos caramelos y urgar en su bolsa llena de dulces, se encontraron en el parque, más oscuro y un poco más tétrico.

"Che, ¿y si hay arañas ahí?" - dijo Alejandro, con un tono de voz temeroso.

"No pasará nada. ¡Vamos!" - dijo Yago con determinación. Lo tomó de la mano y lo arrastró hacia un pequeño claro.

Cuando llegaron, Alejandro casi se desmaya. ¡Había una gran telaraña en el centro del claro!"¡Yago! ¡Mirá eso!" - gritó, casi escondiéndose detrás de un árbol.

Yago, sin vacilar, se acercó y observó la telaraña. Se dio cuenta de que no había ninguna araña dedans, solo una hermosa mariposa atrapada.

"¡Mirá, Alejandro! Hay una mariposa. ¡Vamos a ayudarla!" - dijo con entusiasmo.

Alejandro titubeó, pero la curiosidad fue más fuerte que el miedo. Ambos se acercaron, Yago con delicadeza usó un palito para liberar a la mariposa.

"¡Lo logramos!" - gritó Yago mientras la mariposa volaba libre.

"¡Sí! ¡Fue genial!" - dijo Alejandro, una sonrisa iluminando su rostro.

Entonces, Yago tuvo una idea.

"¿Sabés qué? Creo que esas cosas que nos dan miedo pueden ser más divertidas de lo que parecen. Podrías disfrazarte de araña y enfrentar tus miedos de una vez por todas!" - sugirió Yago.

"¿De verdad creés que puedo?" - Alejandro parecía intrigado por la idea.

"¡Claro! Si lo hacemos juntos, no hay nada de qué tener miedo" - Yago le dio un empujón de entusiasmo.

Así, Alejandro decidió disfrazarse de araña para la fiesta de Halloween del día siguiente. Esa noche, mientras se preparaba, recordó lo que Yago le había enseñado: enfrentar los miedos puede ser una aventura increíble.

Al día siguiente, con su disfraz de araña, Alejandro desfiló con orgullo. Su miedo a las arañas había desaparecido, y Yago estaba a su lado.

"¡Mirá, no soy más un fantasma, soy una araña!" - gritó Alejandro, riendo junto a su amigo.

Desde aquel Halloween, Alejandro decidió que ya no temería a las arañas y se convirtió en defensor de todos los pequeños seres, sin importar cuán miedosos fuesen. Yago le había enseñado que a veces, los miedos son solo criaturas disfrazadas esperando a que uno se atreva a descubrir su magia.

Y así, cada Halloween, los dos amigos salían juntos, una araña y un superhéroe, conquistando no solo dulces, sino también el miedo.

FIN.

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