Johan y los Colores del Mundo



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, un niño llamado Johan. Johan no era un niño común, porque tenía un talento especial: ¡era un pintor que amaba dibujar y crear imágenes! Desde que era muy chiquito, pasaba horas y horas con su pincel y sus colores, transformando en obras de arte todo lo que veía a su alrededor.

Un día, mientras pintaba en su habitación, su mejor amiga, Sofi, entró sin avisar.

"Johan, ¿qué estás haciendo tan concentrado?" - preguntó Sofi, con curiosidad.

"Mirá, estoy pintando un bosque mágico donde los árboles tienen hojas de colores brillantes y los animales son de todas las formas y tamaños que puedas imaginar" - contestó Johan, emocionado.

"¡Eso suena increíble! Pero... ¿no te gustaría pintar algo que exista de verdad, como la plaza del pueblo o la casa de tu abuela?" - sugirió Sofi.

"Sí, pero quiero crear un mundo único, con cosas que solo yo puedo imaginar" - respondió Johan, con una sonrisa.

Pasaron los días y Johan seguía con sus pinturas, llenando todo su cuaderno de bocetos. Sin embargo, un día, el maestro de la escuela anunció un concurso de arte para todos los alumnos del pueblo. El premio era un viaje a la ciudad para conocer a un famoso artista.

Johan se emocionó mucho con la noticia, pero también sintió un nudo en el estómago.

"Sofi, tengo miedo de que a la gente no le guste lo que pinto" - confesó.

"No debes preocuparte por lo que piensen los demás. Lo importante es que tú te sientas orgulloso de tu arte" - le dijo Sofi, tratando de animarlo.

Decidido a participar, Johan trabajó día y noche en su pintura. Quería mostrarle a todos su mundo mágico. Pero a medida que se acercaba la fecha límite, comenzó a dudar de sí mismo y sintió que tal vez lo que había creado no era lo suficientemente bueno.

Un día, mientras paseaba por el parque buscando inspiración, se encontró con un grupo de niños que jugaban con una pelota de colores.

"¡Mirá qué divertido!" - exclamó uno de ellos.

"Sí, pero me gustaría hacer algo diferente" - dijo otro niño.

Johan se acercó y les preguntó.

"¿Qué les gustaría hacer diferente?"

"Quiero crear una gran obra de arte que represente nuestro juego" - dijo una niña con trenzas.

"¡Sí, pero necesitamos más colores!" - comentó otro.

Fue entonces cuando a Johan se le encendió una luz.

"¡Puedo ayudarlos a pintarla!" - dijo entusiasmado.

Así, juntos, comenzaron a plasmar en una gran lona todos los colores del juego. Mientras pintaban, Johan se dio cuenta de que su arte no necesitaba ser perfecto; lo que realmente importaba era la alegría de compartir y crear en equipo.

Finalmente llegó el día del concurso. Johan llevó su pintura mágica, pero también decidió llevar la lona que habían creado con sus amigos.

"Esto es parte de mi arte también, porque lo hicimos juntos" - explicó con confianza.

"Estoy seguro de que les va a encantar" - le dijo Sofi, apoyándolo.

El jurado observó cada obra con atención. Cuando llegó el turno de Johan, mostró con orgullo su pintura mágica y la lona colaborativa.

"Ambas representan lo que siento. Uno es mi universo, y la otra, nuestra unión y diversión" - exclamó, sintiéndose más seguro que nunca.

Después de un rato, el maestro anunció a los ganadores. Johan no ganó el primer lugar, pero fue premiado por su creatividad y llegar a tocar el corazón de otros con su arte.

"¡Felicidades, Johan!" - gritaron sus amigos, abrazándolo.

"Lo más importante es que aprendí que mi arte puede ser una forma de conectar con otras personas, y eso es maravilloso" - respondió Johan, sonriendo.

Desde ese día, Johan siguió pintando, pero siempre recordando que el arte es mejor cuando se comparte. Y así, su imaginación voló como nunca, creando un mundo lleno de colores y sonrisas junto a sus amigos.

FIN.

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