Una Lluvia de Aventura en la Granja



Era un día nublado en la granja de don Pedro. Las nubes grises cubrían el cielo como un gran manto, y los animales, cansados después de un largo día de trabajo, habían decidido tomarse una siesta bien merecida. Las gallinas se apretujaban en su gallinero, los cerdos estaban acurrucados en su lodazal, y las vacas, con sus cabezas conectadas a la suave hierba, no querían moverse de su lugar.

De repente, empezó a llover. Las gotas de agua caían como pequeñas bolitas de cristal, y poco a poco, el suelo de la granja se fue transformando.

A pesar de que la lluvia era suave al principio, pronto se convirtió en un chaparrón.

Mientras todos los animales continuaban dormidos, un pequeño pato llamado Pipo despertó.

- “¡Despierten, amigos! ¡Está lloviendo! ” - gritó, preocupado.

Pero las gallinas solo lo miraron desde sus nidos.

- “¡Los que no quieren mojarse que se queden aquí! ” - se quejó una de ellas.

- “Eso no es justo. Si no nos movemos, no podremos ver lo maravilloso que es! ” - insistió Pipo, con su pequeño pecho inflado de emoción.

Las vacas no prestaron atención y los cerdos continuaron roncando.

Pipo decisió actuar solo. Con un pequeño batir de alas, salió de su refugio y se aventuró hasta el estanque. A cada paso que daba, el agua salpicaba, y sentía una alegría que no podía contener.

Al llegar al estanque, se dio cuenta de algo sorprendente:

- “¡Miren qué hermoso es el estanque bajo la lluvia! ” - exclamó.

La lluvia había llenado el estanque hasta el borde y también lo había transformado en un verdadero espejo lleno de ondas danzantes.

Pipo comenzó a chapotear y a hacer saltar gotas de agua, disfrutando de la lluvia.

Poco a poco, los otros animales comenzaron a despertar, atraídos por los ruidos de diversión.

- “¿Qué está haciendo ese pato? ” - preguntó la gallina Tita, desperezándose.

- “Parece que está disfrutando de la lluvia” - dijo la vaca Clara, mirando por el corral.

Finalmente, el cerdo Lucas se estiró y retrocedió, tan curioso que no pudo resistirse.

- “¡Está bien! ” - dijo Tita, un poco renuente. - “Vamos a verlo.”

Así que, uno a uno, los animales fueron saliendo de sus refugios. Al principio, un poco dudosos, pero creciendo en confianza al ver todo lo que Pipo estaba disfrutando.

- “¡Es divertido! ” - gritó Lucas mientras saltaba por el barro.

La lluvia continuaba cayendo, y pronto la granja se llenó de risas y saltos. Los cerdos chapoteaban en los charcos, las gallinas se movían de un lado para otro tratando de no mojarse, y las vacas hacían un divertido baile bajo la lluvia.

Pipo se sintió como un verdadero líder.

- “¡Vieron! ¡La lluvia es divertida! Hay que saber disfrutar de las pequeñas cosas.”

Mientras tanto, en el horizonte, el sol empezaba a asomarse tímidamente.

- “¡Miren! ¡El sol! ” - gritó Clara.

Y así fue como, después de la lluvia, un hermoso arco iris se formó en el cielo despejado.

- “¡Qué maravilla! ” - exclamó Tita, maravillada.

- “Todo esto gracias a que no tuvimos miedo de salir y divertirnos! ” - agregó Pipo, sintiéndose orgulloso de haber convencido a sus amigos.

A partir de ese día, los animales aprendieron a no temerle a la lluvia, sino a disfrutar de ella. Aunque al principio puede parecer incómoda, cada tempestad podía traer consigo momentos de felicidad y unión.

Y así, cada vez que llovía, no solo se refugiaban de la tormenta. A veces, simplemente se permitían bailar y chapotear bajo la lluvia, sabiendo que después vendría la alegría del sol y la magia de un arco iris.

Aquí, en la granja de don Pedro, aprendieron que cada lluvia era una oportunidad para reír, jugar y compartir aventuras.

FIN.

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